El automovilismo deportivo ha sido una faceta unida permanentemente al Real Automóvil Club de España desde los orígenes de éste. Cabe recordar que fue la celebración en 1903 de la carrera París-Madrid, el desencadenante para que se procediese a la fundación del Club. Por eso, la inauguración oficial del circuito del Jarama, en 1967, supuso un hito trascendental en la ya larga historia del RACE.
Después de cuarenta años, la pista continúa albergando múltiples actividades, en una muestra más del empeño del Club por mantener esa importante labor de difusión de este deporte. Aunque para muchos el haber superado los cuarenta años no signifique más que un mero aniversario, lo cierto es que hace algo más de cuatro décadas era poco menos que impensable que en España pudiera existir un pista permanente de velocidad de las excelentes características que iba a tener el Jarama. Hasta ese momento, las carreras deportivas en España se habían llevado a cabo en improvisados circuitos que aprovechaban los trazados de las carreteras y calles de uso público.
Sandro Rocci fue el encargado de las obras de construcción del futuro circuito, siendo los arquitectos Rodríguez Riveiro y Domínguez Aguado a quienes se les encomendó la labor de construcción de las tribunas y los boxes, y a John Hugenholtz, profundo conocedor de este tipo de instalaciones que contaba con la experiencia de haber diseñado los autódromos de Zanwoort en Holanda, de Suzuka en Japón y de otros en Norteamérica, para recabar información técnica sobre una obra de ingeniería de la que en España había un total desconocimiento. Hugenholtz vino a nuestro país y visitó las cuarenta y seis hectáreas reservadas para el circuito, a las que calificó como ideales para la realización de este proyecto.
Los primeros trabajos de explanación pudieron llevarse a cabo a lo largo de 1964. La pista tenía una longitud real de 3.432 metros, aunque lo homologado por la FIA fue de 3.404 metros, correspondiendo esta medición al trazado que realizaban los coches en la carrera. Las numerosas curvas de que consta el Jarama hacían de él un circuito muy técnico, aunque lo amplio de su calzada, nueve metros, permitía su negociación en muy buenas condiciones. Para su construcción fueron necesarios más de dos millones de kilos de cemento y cuatro mil metros cúbicos de grava. El firme se estabilizó con una primera capa de cemento de un espesor de 15 centímetros, sobre la que se superpusieron diferentes capas de hormigón asfáltico, la última de ellas, llamada de rodadura, tenía una grava más fina que las anteriores. El resultado final fue una superficie excelente para la disputa de cualquier competición deportiva.
A pesar de que las importantes lluvias caídas durante el invierno de 1965 y la primavera del año siguiente retrasaron el ritmo normal de las obras, en los últimos días de 1966 tuvo lugar una primera toma de contacto de los deportistas españoles con el nuevo circuito.
Desde entonces y hasta nuestros días, pruebas de los mundiales de Fórmula 1, motociclismo, y multitud de pruebas menores, han hecho que el Circuito del Jarama se consagrara como uno de los circuitos más importantes a nivel mundial.
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